Se las regaña, aconseja y ordena, todo un mundo de señalamientos a seguir. La contradicción extrema: el lenguaje que silencia; esto es, a través del habla se induce al mutismo. Especialmente se apunta a la ridiculización del lenguaje intragenérico en los pocos espacios que las mujeres tienen -o tenían hasta hace poco, ya que por los cambios tecnológicos y las formas de vida en determinadas sociedades esto ya no es así- para encontrarse y comunicarse. El consenso de opiniones intergenérico en este sentido nos apunta a la hegemonía del modelo cultural gramsciano, en donde los dominados comparten con los dominadores, hasta cierto punto, las creencias y valores socialmente establecidos Gramsci Como decíamos, esto queda muy patente, al poner los refranes en boca de las mujeres, la descripción censuradora o impugnadora de su propio comportamiento lingüístico, asumido al parecer y reproducido, como agentes sociales activas que son. Desde una posición que se columpia entre el menosprecio y el miedo, el comportamiento lingüístico de las mujeres ha sido duramente sojuzgado y sancionado por los mensajes orales de la cultura popular y concretamente, como estamos viendo, por el discurso lapidario del refranero.
Por eso se puede afirmar que fue la base para la creación y el surgimiento del amor para lo cual necesitaban de la comunicación. El amor es una construcción cultural y cada período histórico ha desarrollado una concepción diferente del amor. Origen mitológico del amor Cuando la Tierra época plana, las nubes estaban hechas de fuego y las montañas alcanzaban el cielo. En ese entonces, reinaban seres con dos pares de piernas, dos pares de brazos y con dos caras unidas a una misma cabeza gigantesca. Estas caras nunca interactuaban entre sí, aunque podían ver todo aproximadamente, nunca conversaban y tampoco sabían carencia del amor. Los Dioses asustados por el poder y la fuerza que estos seres tenían, decidieron acabar con ellos, ya que ellos no les temían a pesar de su jefatura. Y así lo hizo, cayeron bolas de fuego del cielo mientras Zeus lanzaba sus rayos afilados como cuchillas a los hijos del Sol, Cristalera y Tierra.