La mujer de aries es entusiasta, emprendedora y abre sola las puertas. La mayoría de las veces le gusta tomar la iniciativa. Es amante de los retos, sus salidas ideales son a lugares divertidos donde prevalecen el vértigo y la adrenalina. Es una mujer fuerte y decidida pero le gusta sentirse mimada y protegida. La carnerita es una excelente compañera para invitarla a cualquier lugar, le encantan las sorpresas. No seas rutinario en las citas, llevala a lugares distintos y con diferentes actividades. La mujer de tauro es afectiva, paciente y confiable.
En realidad, no es complicado imaginar qué puede interesar a una mujer en un hombre, aunque cada una de ellas sea un mundo diferente. Ya se sabe, una personalidad divertida, afable, entretenida o cariñosa es importante —especialmente en el largo plazo—, pero no lo es todo. Cuando un joven accede a un puesto de asunción por encima de lo que su edad real haría esperar, es congruo frecuente que se deje crecer una tupida barba. Es la conclusión a la que llegó una investigación realizada por Barnaby J. Dickson y Paul L. Vasey, que señalaba que la barba envejece, a cambio de constituirse en signo de distinción social. La razón probablemente sea evolutiva, ya que como señalan los antropólogos que realizaron el estudio, la aparición o conservación de la barba en el anatomía humano podría haberse debido a una forma de selección natural intragrupal. Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Abertay Dundee en Escocia llegó a la conclusión de que a las mujeres, lo que de verdad les pone, es un buen sistema inmunológico. Es lo que señalaba el reciente estudio realizado por la Universidad de Tennessee-Knoxville, en el que se señalaba que la biología cada vez tenía menos peso en las decisiones adoptadas por las mujeres y, por lo tanto, empezaban a anteponer otro tipo de hombres, menos fuertes físicamente.
Generación Gimeno de Flaquer Al ocuparnos de la coqueta debemos hacer una especificación del coquetismo y la coquetería. La coquetería es instintiva, natural; el coquetismo estudiado, artificial. Frecuentemente vemos trocar la palabra coquetería y coquetismo hasta anatomía confundidas cual si fuesen voces sinónimas, a pesar de que expresan una y otro cosas muy divergentes. El deseo de agradar encerrado en sus justos límites, no debe censurarse como se censura de ordinario: el ambición de agradar nos hace ocultar defectos, adquirir cualidades, reprimir nuestros fuertes ímpetus, sofocar nuestras pasiones y presentarnos con elegante distinción, respetando las fórmulas exigidas por la urbanidad y las conveniencias sociales. El deseo de agradar es inherente a la niña, la joven y la anciana. El coquetismo es el ardiente anhelo de inspirar muchas afecciones sin corresponder a ninguna, el deseo voraz de conmover los corazones, sin responder a esas conmociones tampoco con un latido. El primero que comparó la coqueta al conquistador, estuvo muy inspirado: ambos destruyen, aniquilan, devastan y siembran por todas partes el llanto, la desesperación y el pena. La coqueta hace su veloz biografía de una manera infame; sus trofeos representan un corazón lastimado, una alucinación marchita o una esperanza muerta. La coqueta consagra una parte de su existencia al espejo, otra a la ociosidad, la mayor a practicar lo contrario de lo que debiera actuar.